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dimecres, de setembre 28, 2011

YA SE DIJO


Asisto perplejo a la lectura de La voz y la furia, el libro publicado por los antiguos compañeros del periodista sueco Stieg Larsson en la revista que él mismo dirigía, Expo. La obra no es más -que no es poco- que una retahila de artículos, los más interesantes según Daniel Poohl, sucesor suyo al frente de la revista y antiguo compañero, escritos por Larsson en la revista a lo largo de su historia -Expo fue fundada en el año 1995. La tónica de la revista era y es la denuncia de los movimientos xenófobos, racistas y, en general, de extrema derecha, tanto suecos como europeos -incluso mundiales.

Ya conocimos a Larsson mediante sus novelas, la aclamada trilogía Millenium que no dejo de recomendar a todo aquel que quiera conocer la realidad más oscura de la sociedad sueca y, como no, a los amantes de la novela negra y policíaca. Poco conocíamos del Larsson periodista. Sus antiguos compañeros, su pareja y su entorno en general lo describen como un gran profesional comprometido con los derechos de los inmigrantes, de las mujeres y de los colectivos marginados. Poohl lo describre de manera evocadora en el prólogo de esta edición de La voz y la furia:

"[...] hay algo que recuerdo perfectamente: su modo de escribir; esa rápida, precisa y enérgica manera que tenía de aporrear el teclado, como si todavía estuviese delante de una máquina de escribir".

Al leer los artículos que Larsson dejó plasmados para siempre entre las páginas de Expo nos damos cuenta de que esos elogíos de compañeros y amigos no se quedaban cortos. Sus artículos son directos, con poca verborrea y mucha denuncia, unido con toques de ironía. Larsson no se iba por las ramas y apuntaba directamente hacia el problema.

Volviendo al inicio de este post, mi perplejidad -o sorpresa, si se prefiere- radica en el buen análisis que Stieg Larsson hizo de las sociedades escandinavas, en relación a los movimientos de extrema derecha que venían resurgiendo desde años atrás. El primer titular ya es toda una declaración de intenciones, y toda una diana: "En Estocolmo también pueden producirse atentados terroristas". Falló por unos pocos kilómetros. Ese Estocolmo es Oslo.

Es interesante comparar artículos y columnas de opinión referentes a la matanza de Oslo del julio pasado con los artículos de Larsson. Los referentes de los grupos de extrema derecha suecos los encontraba Larsson en Norteamérica, y establecía una relación con grupos suecos como Storm Närvek, que desde los ochenta vienen llevando a cabo pequeñas acciones que, no obstante, les llevan a atracar bancos y a robar armamento a la policía y al ejército. Si volvemos al pasado julio y leemos la prensa, veremos de nuevo como los periodistas recuerdan la matanza de Oklahoma de 1995, donde Timothy McVeigh -exmilitar- hizo estallar una boimba frente a un edificio del gobierno, con el que mató a 168 personas e hirió a casi un millar. La relación entre Breivik y McVeigh es lógica y a nadie se le escapa. El problema es que se sabe, pero no se actúa. Este artículo fue escrito semanas después del atentado en América.

Esto lo resume Larsson con una sentencia clara y directa: "[...] una masacre como la de Oklahoma ocurirá también en Suecia. Disponemos de todos los ingredientes: odio, fanatismo, glorificación de la violencia y mentalidad sectaria" (p.30). Ya avisaba el periodista de las conexiones entre ultraderechistas escandinavos y americanos, más de quince años antes de la matanza de Oslo.

Es interesante comprobar como la historia se repite una y otra vez, pese a las alertas que se dan. Puede que lo de Oslo fuera inevitable, o no. Lo que es seguro es que terrorismo no es solo igual a Al Qaeda. El enemigo -más real, tangible y totalmente camuflado entre ciudadanos "modélicos"- está en casa.