No saben qué decir. No saben por dónde salir. La masacre de Oslo y Utoya ha dejado descolocada a la extrema derecha europea, enfrascada en su discurso xenófobo y populista, que intenta –y está intentando ahora mismo- desmarcarse de Anders Breivik.
La cosa es que hubo politicastros a los cuáles no se les ocurrió otra cosa que alabar el temperamento y las ideas de Breivik. Desde Jacques Coutela, miembro del pretendido partido francés que se dirige a la moderación -también llamado Frente Nacional de Francia-, dijo del asesino noruego en su blog que era “un resistente, un icono” y “el primer defensor de Occidente” –mientras lo comparaba con Carlos Martel, héroe de la batalla de Poitiers-. Otra perla vino de la mano de un miembro de la extrema Lega Norte italiana, Mario Borghezio –a la postre miembro del Comité de libertades civiles, Justicia e Interior del Parlamento Europeo, sin palabras…-, que declaró que la ideología de Breivik era la misma que él había propugnado siempre. Al menos fue sincero, lo que no le valió para evitar pedir disculpas en la embajada noruega de Italia al día siguiente.
Pero la cosa no había acabado aquí, ya que por su derecha quiso adelantarles Werner Königshofer, miembro del Partido de la Libertad de Austria, que aprovechó para hacer campaña y decir que las muertes de Oslo “nos han de hacer reflexionar sobre el hecho que millones de niños nonatos mueran en el útero de sus madres cada año en Europa”.
Brillante.
Para acabar, el fundador de la Liga de Defensa Inglesa, islamófoba y ultraderechista, Stephen Lennon –al mismo tiempo que se desvinculaba de Breivik, participante en sus foros- afirmó el otro día que “lo que ha pasado en Oslo muetras la desesperación a la que la gente está llegando en Europa” y que se trata “de una bomba de relojería”.
¿Cómo desvincularse de esta matanza y a la vez no decepcionar al electorado y al mensaje que desde hace años propugnan estos grupos extremistas? Es algo difícil al leer algunas de las sentencias que Breivik dejó escrito en su manifiesto, y que coinciden perfectamente con el mensaje que estas formaciones lanzan al viento. Pese a que todos los personajes que han aparecido en esta publicación han sido expedientados o suspendidos de militancia su vinculación con el asesino de Utoya es importante.
Sí que es cierto el hecho de que una persona individual actuando en nombre de una ideología no condena a todos los que la siguen. El FPO austriaco, la Lega Norte, etc, no son cómplices de asesinato, pero tienen algo de culpa en la propagación del odio.
Breiviki -ojo que las críticas de Breivik hacia ZP no se diferencian de las que se pueden escuchar hoy mismo en algunos medios españoles-, está loco, no hay duda. Pero es un loco psicópata que sabía dónde iba a atentar y contra quién. No es un simple loco paranoide como se ha dicho desde algunos medios. Una bomba en el centro de poder de Noruega, en manos del Partido Laborista, y un ataque a una concentración de jóvenes del mismo partido nos lo muestra. No es un individuo que ha bajado al portal de su casa a disparar contra todo aquél que se moviera mientras gritaba consignas islamófobas o racistas. Es un individuo que lleva años planeando golpear a un sector especial de los noruegos, castigar un pensamiento contrario al suyo. No olvidemos esto.
Ahora hemos de esperar la reacción de los políticos “centrados”. ¿Se dejarán llevar por este discurso que afirma que el multiculturalismo ha fracasado –Merkel dixit? Atención: hay votos en juego.
Eso sí, luego volveremos a llorar y a preguntarnos qué está pasando.
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